Diario de León

LA DERROTA DE VILLALAR

La ambigüedad a todos los niveles con la que se ha interpretado la revuelta de las Comunidades ha hecho que se haya convertido en una celebración con muy poco tirón, sobre todo entre los leoneses

El 23 de abril de 1521 caían derrotadas en las proximidades de la localidad vallisoletana de Villalar las últimas huestes comuneras. Concluía así una revuelta que pretendía poner freno a las prerrogativas reales del nuevo emperador Carlos I, un monarca que llegaba a las costas peninsulares ajeno a la realidad hispánica y que se encontró a su llegada con un fuerte rechazo, sobre todo por parte de las oligarquías de muchas de las ciudades de la Corona de Castilla. Ríos de tinta ha desbordado desde entonces la historiografía acerca del proceso de las Comunidades: revolución de las clases populares para unos, revuelta de un puñado de privilegiados para otros. Lo cierto es que a partir del siglo XIX fue la visión romántica de la lucha por las libertades castellanas la que poco a poco fue imponiéndose a medida que cuajaba el liberalismo en nuestro país. Desde la invasión napoleónica, grupos de liberales encontraron en los comuneros a esos protoliberales enfrentados a un emperador extranjero en los que, dadas las circunstancias del momento, podían reflejarse.

Nacía así una tradición por la que algunos sectores políticos de izquierdas vieron en las Comunidades el despertar político de la conciencia histórica castellana forjada en la lucha por su libertad. Sin embargo, será la ambigüedad del propio término «Castilla» la que dejará coja a la reclamación y también huérfana de referencias territoriales concretas donde agarrarse. Porque ¿a qué se refiere esa Castilla? La cita de Ortega y Gasset de que «Castilla ha hecho a España» es una afirmación que corría implícita en las reclamaciones políticas de los republicanos españoles desde el mismo momento en que dotaron a la bandera española del presunto color morado del pendón de los comuneros. Castilla es España y a toda ella se extendían sus duelos y quebrantos.

Sin embargo, será con la llegada de la Transición, cuando el regionalismo castellano, o «castellano-leonés» transplante este hito histórico al nuevo girón de tierra que representaba la nueva autonomía. De la visión expansionista anterior a la reduccionista del presente. Castilla y León se convirtió en la depositaria del contenido semántico de Castilla dejando fuera a lugares que habían participado de pleno en la famosa revuelta, como Toledo, e incluyendo otros que poco tuvieron que ver en ella. Será así como, en aquel momento, el Instituto Regional de Estudios Castellano-Leoneses, que estaba compuesto fundamentalmente por intelectuales de izquierdas (casi ninguno de ellos de León), propuso la celebración del 23 de abril como día de esa nueva región. A partir de aquí se toma como símbolo de la nueva comunidad autónoma la derrota de Villalar, asumiendo además una determinada interpretación histórica del acontecimiento, no exenta de polémica, y a pesar de que su extensión geográfica no coincidía con las fronteras de la comunidad recién creada.

Aspiraciones

Esta ambigüedad hizo que, a partir de entonces, se confundiera habitualmente el movimiento regionalista «castellano-leonés» con un nacionalismo castellano con aspiraciones (muy poco definidas) más allá de las fronteras de la comunidad y que, por tanto, en lugares como León, ajeno a esa sensibilidad, la celebración pasara casi desapercibida. Si a eso le sumamos la identificación en exclusiva, asumiendo una determinada visión historiográfica, de la izquierda con el acontecimiento entendemos por qué la fiesta no acabó de fraguar como el símbolo de una presunta identidad regional que resurgía.

Y si añadimos además que se trataba de una celebración ex novo para la que ni siquiera en los primeros momentos hubo acuerdo para su fecha (se trató de colocar el domingo siguiente al 23 de abril con el único propósito de que acudiera más gente a la celebración) ni siquiera para su localización, entenderemos que, en lugares como León, Villalar se haya convertido en una auténtica derrota.

Publicado originalmente en el Diario de León