Sube el sol en su cesta a lo más alto del cielo y desde allí contempla el paso de la primavera. Pasa mayo. Va abriendo el ojo el surco y las primeras gotas de sudor resbalan brillando por el espejo del asfalto. Tiempo de mayo, tiempo del verde. Y de cunetas donde florecen radiantes de color las migas que olvidó el que dejó el pan sembrado. De macetas explotando en los balcones. Tiempo volátil que baila trapecista entre el invierno y el vértigo del rayo más vibrante e infinito que anuncia el sol. Ahí corre el tren de mayo entre sembrados. Ahí espera latiendo la vida bajo la costra rota por el arado. Ahí el corazón latiendo dentro, en el centro del mundo.
Tiempo en otros tiempos de agitarse bailando bajo las ramas. Como los Maios de Villafranca, cuerpos vestidos de hojas que cimbrean al son de gaitas y tambores. Baile de hombres-árboles, baile de resurrección. Levántate, maio, bastante durmiche, pasou un burro e non o sentiche.
Arriba, arriba, dicen las manos de los que levantaron ese otro mayo, el que cimbreó en lo más alto del árbol casi desnudo en medio de plazas y bullicio. Quedó para lo más alto la fiesta y el ramo frondoso limpiando el cielo. Ramos de hojas en la punta de los mayos y también de los tejados. Ramos que rodearon puertas al compás primaveral que marca el amor. Bajo ellos pasaron rondas y también desfiles con los que se enjuagaron las lágrimas que resbalaban brillando por las mejillas de las novias. Mayo maragato, hombre de paja, más chulo que un ocho en lo alto del palo. Un maniquí por el ramo. Un monigote descolgándose de los árboles, como los de Quintaniella de Yuso. Un pelele que baja al suelo y se hace historia en pueblos de la Valdería y de Jamuz. Una marioneta que se hace carne y que cuenta el discurrir del mundo, sus oficios y sus penas, el teatro de la vida. Mayos y mayas bailando juntos sobre las puntas recién reverdecidas de los chopos. Mes de mayo, mes del verde. Pasa mayo en una espera de lo que ha de germinar. Gira el mundo y el sol nos mira. Algo vendrá, sin duda, como siempre. Se repite la vida compartida de todos, más no la nuestra.