Hace ya tiempo que el monte dejó de contar su historia. La raposa y el roble, la peña y la cascada, el aliso que se mira en el agua junto al río, la majada de piedra que se desmorona pasto de la maleza. Y el fuego lo sabe. El lector podrá argumentar. Podrá creer, como le cuentan, que hay un demiurgo, un dios omnipotente que alberga en su seno el orden de las criaturas del monte. El fiel de la vida pende de su dedo mientras todos los ojos miran a lo alto y olvidan. Así, el responsable de las siete plagas respira aliviado y se esconde entre los ojos de la multitud, y también grita, y su dedo también apunta allá lejos, a lo alto. Y eso el fuego también lo sabe.
Y sabe que en realidad el monte vive a la sombra de toda mirada y todo abrazo divino. Allá avanza la oscuridad y se repliega la urz, y huyen el corzo y el lobo siguiendo la estela de las gentes que ya vaciaron aldeas y caminos. Avanza la sombra y la única luz es la del fuego y los rayos en el reino de la nada y las tinieblas.
Hay montes, como el Teleno, que se pintan de rojo en noches como esta. Monte consagrado a Marte por los romanos, dios de la guerra. Hijo del trueno, nunca sintió el zarpazo de las llamas como ahora, porque hasta los dioses lo han abandonado en esta tierra sin dioses ni paraísos. Son muchos los fuegos que devoran esta tierra.
Una tierra donde lo único que queda es el fuego.
Una tierra donde lo único que queda es el fuego y ni los demonios se encargan de ese infierno. Se esconden entre ruinas y cadáveres, apuntan a dioses inexistentes y beben despreocupadamente el vino que se fermentó con las uvas de la ira.
El infierno perfecto, el de la desposesión. Ningún alma reclamará el paraíso perdido y los demonios bailan. Tiemblan los cristales de casas vacías, explotan las bombas, el azufre nutre las fuentes y cascadas.
Así es el fuego en la tierra vacía de España. Vacía de España. Hace ya tiempo que el monte dejó de contar su historia porque su historia ya no es la historia de las mujeres y los hombres. Ahora es el paraíso del Ángel Exterminador, la espada del fuego y la tormenta. Un infierno, un desierto de lava, la negación y el vacío.
Un vacío a la espera de ser reconquistado.