Pasas las hojas de atlas históricos, te sumerges en las crónicas, recorres las líneas inciertas de los mapas y nunca te abandona esa cadencia pertinaz del noroeste.
Allá, en los comienzos, ves esa región en un mapa de la Gallaecia, esa provincia romana que crea Diocleciano, en la esquina de la península, cuando a finales del siglo tercero al emperador se le desmoronaba el Imperio lentamente entre las manos. Ves esa Gallaecia que no es Galicia, no lo olvides. Esa Gallaecia que abarcó un territorio cambiante, pero adicto al espacio de los montes que duermen a caballo entre brumas atlánticas y farrapos deshilachados de meseta. Esa Gallaecia a la que llegaron bárbaros suevos cabalgando desde el limes lejano. Esa Gallaecia sobre la que esos mismos bárbaros suevos edificaron un reino rebelde de granito y a la que defendieron contra mercenarios visigodos entre el Órbigo y el Esla.
Sí. Los ríos leoneses, ríos de frontera de esa Gallaecia persistente. Ves aferrarse a la cartografía al río Ástura, río Esla, río que dio nombre a los ástures y a Astorga. Y que, tras la humillación de los suevos, nombró también a una provincia visigótica, también en la Gallaecia. Ves ese noroeste que sigue ahí, cuando despliegas los desmemoriados pergaminos medievales, como vocación perenne del reino leonés. A él se aferra aquella corona leonesa con un dibujo que se extiende por costas y rías, por acantilados y playas. Playas gallegas, portuguesas o asturianas.
Ves como un ribazo escorado en la península al gran reino leonés, recuerdo de la Gallaecia. Dice el historiador Sánchez Badiola que la región de León reaparece cuando cobra protagonismo el noroeste. Y así se agosta en el período de delirios y de imperios. Salta Castilla el mar, salta más allá de las columnas de Hércules y el noroeste se amustia. Se olvida. Pero mantiene su presencia en los mapas de la desposesión y del olvido. Gráficas de emigración, regiones del carbón, fuentes de recursos hacia otras tierras.
Y así vas cerrando el atlas, cuando en las últimas páginas aparecen los mapas que viste en la prensa esta semana. Esos en los que el Instituto Nacional de Estadística hace una radiografía de la pobreza. Y te sorprendes de que esa tierra esté allí de nuevo. Hoy es la región de la vejez y del exilio. De las rentas menguadas. Del olvido. Ves que continúa allí ese noroeste con la fuerza tenaz de los aparecidos, esos que incluso se resisten a desvanecerse en la eternidad después de muertos.