En el pasado era muy difícil que una fiesta dejase de celebrarse. Incluso en medio de las catástrofes, la conciencia de la fiesta como valor comunitario no abandonaba a las gentes. Aquellas celebraciones que iban labrando la experiencia año tras año, siglo tras siglo, que iban dejando una huella bien marcada en la conciencia de los diferentes lugares y aldeas, eran de un valor incuestionable. Gracias a los ritos y celebraciones el grupo se afirmaba en el devenir infinito del tiempo, se hacía de hueso y carne, cobraba rango de existencia y el individuo encontraba bajo su manto un atisbo de consuelo.
Hace ahora un año, desde esa ladera que se asoma como un balcón a la ribera del Órbigo, a los senderos que se extienden hasta sus pueblos como alfombras entre campos y choperas sin fin, festejábamos la romería de la Virgen del Villar. Junto a las habituales celebraciones, los habitantes de Carrizo y los visitantes tuvimos ocasión de volver a escuchar los versos de un ramo muy antiguo. Alguien lo había recuperado. Era de 1910. Se daban gracias a la Virgen por haber librado de la muerte a los hijos del pueblo que estaban en la guerra de Marruecos.
Incluso en los peores momentos las fiestas podían prescindir de sus elementos más burlescos o de los más alegres como señal de luto, de respeto o a causa de puntuales prohibiciones. Pero su andamiaje fundamental continuaba porque su importancia iba más allá que la mera diversión, esa diversión que es lo que queda de las fiestas en nuestra actual cultura modelada por los valores del consumo y el hedonismo.
Pensaba en todo esto el martes pasado, cuando tenía que haberse celebrado de nuevo la misma romería del Villar, en las inmediaciones del lugar donde la fiesta se celebra. Allí colgaba de la cuesta, blanca, la ermita solitaria. Ni un grito, ni un rito, ni una nota musical se desparramaban ladera abajo como solía ser otros años. Solo silencio.
El verano que nos espera perderá sus luminosos ropajes de verano. Sus encuentros, sus reencuentros y sus fiestas. Muchos nos anuncian que será un paréntesis, que volverá todo a ser como antes. Otros nos dicen que esto no es más que otro paso en el camino lento y seguro que nos aleja, que nos va separando, a los unos de los otros.