Vuelve mayo a andar ufano entre nosotros. Si, como decía T.S. Eliot en uno de sus más célebres poemas, abril es el mes más cruel pues engendra lilas de la tierra muerta, a mayo ya solo le queda echar a andar entre los campos floridos para ofrecerse sin miedo a la vida y pleno, con los brazos abiertos, al vértigo infinito de la alegría y del amor. Llega mayo y parece que quisiera uno empezar a correr por los caminos cantando. Salir de debajo de las piedras y respirar un aire que parece oler distinto. Por eso solo puede parecernos la peor de las suertes posibles la de aquel prisionero…
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Fatum
Vemos un móvil enganchado a unas esposas, también un enorme fósil formado por chapas de botellín amontonadas y una hamburguesa mordida dentro de su envoltorio a la que se tituló Unidad Básica de Alimentación. Todas ellas son piezas que forman parte de la exposición Elogio del Antropoceno, que el artista cántabro Juan M. Moro expone en el museo de Altamira que visitamos hace unos días. Y vemos todas esas piezas como si fueran los hallazgos de un arqueólogo futuro que se asomara a nuestro tiempo, el Antropoceno, un nombre que significa la era del ser humano, ese tiempo geológico actual donde los fenómenos que ocurren en la Tierra están fuertemente…
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Cruce
Hay un barullo de conversaciones y cubiertos. Sobre las cabezas de los comensales vuelan platos en manos de camareros que gritan órdenes e indicaciones. Familia, al fondo tenéis una mesa. Dos de menestra para la pareja de la mesa cuatro. En la barra, tres camioneros toman café mirando las noticias. Una banda de tambores y cornetas acompañan una de tantas procesiones como estos días recorren pueblos y ciudades de España. Estamos en vacaciones de Semana Santa. Unas chicas de veintipocos años se sientan cerca de mí y miran por la ventana. Hacen algún comentario sobre el paisaje desolado y se preguntan si allí no hay ‘campesinos’. Tienen acento de Madrid. …
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El hombre, la vaca y la montaña
Para salir del valle de Laciana a las altas tierras de Babia hay que cruzar el río Sil en el Puente de las Palomas. El río Sil nace en la comarca de Babia, pero por las características del terreno no discurre hacia el Duero, como todo haría pensar, sino que excava la roca y corre en sentido opuesto sintiendo la llamada del Atlántico. Cuando pasa bajo el Puente de las Palomas, ya ha formado un desfiladero de más de ochenta metros de altura. Leo en el móvil sobre el puente poco después de cruzarlo, ya en la comarca de Babia, junto a unos pastos que pertenecen al pueblo de Piedrafita.…
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El dueño del agua
Desde niño, siempre que me he visto en la tesitura de tener que representar o imaginar un río, ha aparecido ante mí la imagen del río Órbigo. Ahora sé que hay ríos más grandes o más largos, ríos que podrían desbordar mi imaginación, incluso he podido conocerlos. Recuerdo sobrevolar admirado la cuenca del río Magdalena, en Colombia. Sus aguas teñidas de tierra roja entre la frondosa vegetación de la selva; su caudal, imponente, desplegándose en su desembocadura a lo ancho de kilómetros y kilómetros de costa antes de derramarse en el Caribe. Pero, a pesar de todo, un río, cualquier río, siempre será para mí el río de mi infancia.…
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In arcadia ego
A estas alturas del invierno, las tardes en Roma son todavía demasiado cortas y llevan consigo un deje de melancolía que ni sus animados restaurantes ni sus oleadas de ruidosos turistas son capaces de suavizar. La noche llega rápido para alguien como yo, que viene del otro lado del mar, mucho más lejos hacia el oeste, y que mantiene en su reloj el mismo horario que tienen los romanos. Casi en penumbra transcurren buena parte de mis paseos. La luz cae moribunda sobre la ciudad. Cae sobre un niño que corre seguido de su madre entre las fuentes de la Piazza Navona. También lo hace sobre las piedras del Foro…
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Filandón y melancolía
Ayer, a esa hora de la tarde en la que las luces del día comienzan a confundirse con la oscuridad de la noche, nos juntábamos en la Casa de Cultura de Carrizo para hablar sobre el antruejo, el carnaval tradicional que cada vez cuenta con más adeptos en todas partes. Fue una reunión sencilla, de esas que en León hemos dado en llamar filandones reactualizando un término antiguo para referirnos a estos encuentros entrañables en los que ahora rememoramos la vida del pasado, esa vida en la que la ruralidad empañaba las costumbres de la gente. Los asistentes se sentaban en círculo. Y es que así suele ser la liturgia…
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Un dueño para un paisaje
No hay paisaje sin un ojo, sin una mirada que lo forme y lo moldee. No hay montaña, ni río, no hay un lugar sobre el que se pose nuestra vista que no quede impregnado por nuestra conciencia, por nuestro mirar condicionado por nuestra experiencia o nuestras ambiciones. Y eso es porque somos espacio y territorio. Interpretamos la tierra, la moldeamos, hacemos de ella una obra de siglos, un lugar construido, un trabajo nuestro. Así se esculpieron montes. Así se hizo la sebe. Así se podó la palera y se limpiaron las orillas del camino. Las presas por las que corre vibrante el agua que se sacó del río, y…
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El taller
Unas manos cortan el cartón. Lo moldean contra el canto de una mesa, van doblándolo hasta que forman un cono lo suficientemente grande como para poder colocarlo sobre la cabeza. Luego vendrá el ritual de terminar la máscara, donde otras manos la cuajarán de papeles de colores y abanicos. Y una vez terminada, la dejarán secar junto a los armazones de madera que se vestirán con sábanas, telones, pieles, sacos, calaveras y caretas para convertirse en los toros y las gomias. Mientras conducía hacia aquí escuchaba por la radio que han pronosticado para esta noche una ola de frío, y con ella el invierno y la crudeza de la nieve.…
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Nuevo año
Un giro más da la rueda del año. Sucesión de estaciones. La luna y el sol. Bailan los astros por el cielo en elipses que encajan por sus vórtices haciéndonos creer la ilusión de un orden posible para los torbellinos del tiempo y de la historia. Aquí acaba un ciclo y empieza otro. Allí mira Jano, el dios de dos caras, con una mirada hacia el pasado y otra hacia el futuro. Giran los goznes de una puerta que se abre y de una que se cierra. Entran unos y salen otros. Y así, con esos cuentos, sigue cayendo el tiempo, en avalancha, rodando por los peldaños de una escalera…