[blockquote source=»Name of the source»]De todos los personajes navideños que hoy nos inundan, los Reyes Magos son los que más genuinamente han llegado hasta nosotros a través de la tradición[/blockquote]
Dice José Álvarez Junco que el nacionalismo es un terreno privilegiado para estudiar la vinculación entre la cultura y la movilización política. Y la verdad es que, en estos últimos tiempos carentes de muchos referentes, la búsqueda de sujetos colectivos, de «nosotros» identificados con diferentes símbolos compartidos, ha manipulado y exagerado elementos culturales antiguos hasta el límite, muchas veces, de lo grotesco. Hablábamos en un artículo anterior de los personajes navideños que han surgido a nuestro alrededor prácticamente exnovo en sus funciones y representación. Estos personajes —el Olentzero, el Apalpador o la Vieja del Monte— han sido bien aceptados precisamente en entornos urbanos, en contextos sociales totalmente alejados del mundo rural que los vio nacer, como una forma de reconstruir, de forma casi mágica, el puente perdido con un mundo con el que no les une hoy en día prácticamente nada. Y precisamente son las mismas clases urbanitas que hace una generación vilipendiaron la cultura rural como de segunda categoría, las que hoy la tratan de «recuperar» remozándola para adaptarla a su forma de vida. Nada de malo habría en ello (todo lo contrario), si aquella cultura se hiciera propia manteniendo su legado y respetándolo. Pero lamentablemente, y volviendo a la ecuación del mencionado Álvarez Junco, el interés por la movilización política se ha superpuesto en muchas ocasiones al respeto por el patrimonio cultural.
En este asunto de los personajes navideños, por no ir más lejos, los principales afectados han sido los Reyes Magos. Esto quizás por ver su ámbito extendido a gran parte del dominio hispánico o por estar relacionados con la Historia Sagrada. No es este el lugar para hablar del origen de estos elementos de la Navidad tan característicos, pero sí recordar que su presencia en la cultura leonesa ha sido de gran trascendencia desde antiguo, formando parte del llamado Ciclo de los Doce Días; un período de tiempo que reúne las fiestas de Navidad, Añonuevo y Reyes, y con el que da comienzo lo que los etnógrafos llaman el ciclo festivo del invierno. Es por esta razón que la celebración tradicional de los Reis Magos tiene elementos compartidos con otras fechas festivas relacionadas con este período de tiempo que va desde Navidad a Carnaval, como la petición del aguinaldo, la representación de comedias, la aparición de mascaradas o la celebración de hogueras y grandes comidas colectivas. La evolución y adaptación de estas costumbres, sobre todo la de los aguinaldos y la de la llegada de los Reyes, han llegado a nuestros días como la fiesta que hoy conocemos.
Las características de esta celebración a principios del siglo XX han llegado hasta nosotros a través de testimonios como el de Santiago Alonso Garrote que, en su El dialecto vulgar leonés hablado en Maragatería y tierra de Astorga, nos habla de esta fiesta en tierras maragatas. Allí, los xiepas o danzantes, disfrazados con pellicas y cinturones de cencerros, al igual que en otras celebraciones navideñas, recorrían las calles pidiendo el aguinaldo en estos términos:
Pastorcicus semus,/ d’Uriente venimus,/bulsillus trayemus,/diñeiro pidimus./ Que Dios vus lo dea/ para nus lu dar./ L’astrella nos guía/ a este santu hogar.
Los «regalos» recogidos eran transportados por el birria, uno de los xiepas encargado de este menester, ensartados en un asador. Con ellos se celebraban cenas colectivas a menudo en torno a grandes hogueras. Sobre este asunto y referidos a tiempos más recientes, Martín Martínez nos relata dicha celebración en un pueblo de la Ribera del Órbigo, Estébanez de la Calzada. Allí, al igual que en otros muchos lugares, los quintos se encargaban de recoger la madera y hacer la hoguera junto a la que se «esperaba» a los Reyes mientras se cantaba, se contaban historias y se daba buena cuenta de los aguinaldos recibidos.
Otra celebración propia de esa fecha son los Autos de Reyes Magos; obras de teatro semilitúrgicas que, al igual que las pastoradas, representaban los hechos narrados en los Evangelios de forma popular. Los vecinos de los pueblos se encargaban celosamente de representar año tras año los papeles de dichas obras, aprovechando para el atrezzo restos de sábanas y ropajes antiguos. De ahí surgieron los personajes que llegaban a los pueblos cargados con los ya mencionados aguinaldos; al principio humildes golosinas, que se repartían entre los niños y que poco a poco fueron evolucionando sencillamente a los figurantes que hoy se mueven en las espectaculares cabalgatas de nuestras ciudades.
Publicado originalmente en el Diario de León