Hay otras noticias. Aparte su vista el lector de ese Madrid lejano y mire cerca. Ahí, en Babia, anda la Universidad volando drones, fotografiando las aristas de las peñas, radiografiando lo más alto de los montes para encontrar heridas de la guerra en forma de trincheras. Refugios improvisados en la noche de nuestra historia. Mire ahí. Mire donde muchos se escondieron con el abrigo de una manta, la compañía de un arma y la vista en un cielo inmenso. Y picos, picos hasta donde alcanza la vista, picos afilados como la muerte en sucesión interminable de montañas.
Puede verlo en las fotografías de este periódico. Salen de la roca otras rocas formando la muralla. Una muralla construida con la locura de la urgencia ahí en los altos, pero construida también con un arte antiguo, un arte aprendido lentamente en lo oscuro de los tiempos ahí abajo, en el fondo de los valles. Un arte forjado en torno a murias. Aprendido levantando cercas, cercas que cierran prados de tantas vegas y vaguadas, allá, a los pies de las trincheras. Son muros que cercaron cortes, que cerraron cobertizos y majadas, que trataron de alejar a lobos y ladrones, que levantaron las paredes tras las que muchos se resguardaron tiritando en frías y oscuras noches de tantos y tantos años.
Hay otras noticias. Mire también el lector esa que nos cuenta que las manos de Rogelio Blanco han levantado otra fábrica imprescindible. Las páginas de su Tierra de Libertades, que han visto la luz esta semana. Esas páginas están labradas con la vocación del desguarecido que se asoma asustado al abismo de la noche, que busca en los brazos del otro la razón de su existencia. Ese libro de Blanco mira a nuestra historia, la de nuestro pequeño mundo leonés, con el afán del que busca las murias de la seguridad en los brazos de los otros, en la solidaridad. Retrata nuestra tierra como escenario de las universales luchas del ser humano por su dignidad. Mira a nuestra historia con ojos que se alejan del relato de glorias, reinos y grandezas.
Por eso es imprescindible. Otra forma de mirar la historia leonesa era necesaria. Concejos, libertades y fraternidad desfilan por la obra de Blanco como piedras que levantan la muria infinita de nuestra memoria. Esa memoria compartida y levantada como un sólido anclaje sobre el que apoyar lo voluble de la existencia. Esa memoria que entre todos, entonces y ahora, debemos construir.