La historia oficial cuenta que la última hablante de córnico fue Dolly Pentreath, una mujer rebelde que vendía pescado en el tranquilo pueblo costero de Mousehole, en la costa de Cornualles, mientras fumaba en pipa, bebía cerveza y maldecía e insultaba a los viandantes con las últimas palabras del idioma tradicional del condado, una lengua de origen céltico que agonizaba en aquellos tiempos, a finales del siglo XVIII. Genio y figura hasta la sepultura, dicen las malas lenguas que la señora Pentreath, en su lecho de muerte, todavía acertó a rumiar a los presentes, eso sí, en buen córnico, que nunca conseguirían hacerla hablar en inglés. El caso de Pentreath…