Pasas las hojas de atlas históricos, te sumerges en las crónicas, recorres las líneas inciertas de los mapas y nunca te abandona esa cadencia pertinaz del noroeste. Allá, en los comienzos, ves esa región en un mapa de la Gallaecia, esa provincia romana que crea Diocleciano, en la esquina de la península, cuando a finales del siglo tercero al emperador se le desmoronaba el Imperio lentamente entre las manos. Ves esa Gallaecia que no es Galicia, no lo olvides. Esa Gallaecia que abarcó un territorio cambiante, pero adicto al espacio de los montes que duermen a caballo entre brumas atlánticas y farrapos deshilachados de meseta. Esa Gallaecia a la que…