León conserva el privilegio de volver a ser cada agosto un poco de la tierra mágica que fue. Vuelven a llenarse muchos pueblos vacíos, y al cantarín eco de los ríos se unen las voces de aquellos que retornan a una tierra en la que su raíz familiar, a veces ya larga y retorcida, aún se nutre, quién sabe por cuanto tiempo. Son los hijos, los nietos, a veces los descendientes más lejanos, de una sangría pertinaz, a menudo ocultada y silenciosa, de la que ahora se hacen eco tantos medios de comunicación cuando etiquetan la devastación con el membrete de la España vaciada. Una etiqueta, un cartel de “se…