Me dice un amigo que viajar está sobrevalorado. Y en cierto modo es verdad, el ser humano ha conseguido tal control sobre el espacio que es posible ir de la Virgen del Camino a Wellington, capital de Nueva Zelanda, en cuestión de unas pocas horas. Hoy andamos por una calle de Berlín, entre los cláxones de los coches y los semáforos, y nos parece que estamos a cinco minutos de casa. La abolición del espacio ha matado la capacidad íntima y transformadora del viaje para dejarlo en la cáscara vacía de una imagen de Instagram. Sin embargo, no sucede lo mismo con ese disparo al horizonte que es el tiempo.…