Pedro es un editor que lleva años haciendo libros en leonés. Me lo encontré en una de estas noches decembrinas, tempranas, cuando todo el mundo se recoge y él volvía del trabajo acompañado de la oscuridad que en este tiempo se rompe con luces de Navidad. Volvía de su otro trabajo porque, como él mismo me reconoció, las ventas están bajando muchísimo y, si no fuera por esto, no podría completar sus ingresos. Mira, me dijo señalando con el mentón a todo lo largo de la calle, esta es una lucha de quijotes, estoy seguro de que solo entre esta gente que pasa por delante de nosotros habría muchos que estarían dispuestos a hundir mi proyecto.
Esta vez ha sido el estreno de ‘As bestas’, de Rodrigo Sorogoyen, el que ha vuelto a poner el tema de las lenguas sobre la mesa de las redes sociales.
Para algunos, el hecho de que sean los ‘malos’ de la película los que se expresan en gallego y el ‘bueno’ en un perfecto castellano es la evidencia de que el gallego sigue siendo el escenario de lo ancestral y lo primitivo. Para otros, el uso en una película de una lengua que es oficial en España sigue siendo un incordio para esa ilusión erótica de la ‘unidad de la patria’. Que hablen en español, coño.
Todavía a principios del siglo pasado, Agustín Blánquez corroboraba que el leonés era la lengua mayoritaria en buena parte de las comarcas de León, pero que cuando él intentaba investigarlo tenía que pasar inadvertido. Pegaba la oreja a los corrillos de vecinos que charlaban junto a la fuente o escuchaba tras las tablas de una pared las historias de las mujeres que tejían en los filandones. Pero cuando trataba de preguntar a aquellas personas directamente por la lengua que utilizaban, estos callaban ante su presencia de académico. Apenas algunos de los más instruidos trataban de desmentirlo todo en un torpe castellano.
Muchas de las miradas que se han vertido desde el centro sobre el noroeste de nuestra península han sido de burla o condescendencia. Desde el bufón sayagués que se expresaba en leonés en las obras del Siglo de Oro a la parodia de asturianos y gallegos como incultos y analfabetos. Ni siquiera los portugueses se libraban del escarnio.
A pesar de la oficialidad del gallego, de los movimientos en favor de la oficialidad del asturiano o del trabajo de asociaciones culturales en León y Zamora por la dignificación de las lenguas tradicionales han sido suficientes para que muchos de los habitantes de estas tierras reconozcan esta parte de su patrimonio cultural. Es más, tratarían de enterrarlo si pudieran. Tratarían de echar abajo todas esas iniciativas que, como la de Pedro, tratan de devolver la dignidad a lugares amorrecidos como los nuestros, que buscan en la diferencia un valor que a muchos, todavía hoy, pone excesivamente nerviosos.