David Campos
Contraportada,  Diario de León,  El Retrovisor

La vieya noel

Como cada Martes de Carnaval, durante los últimos años, suena la campana de la iglesia de Saint George en Toddington, un pueblo del condado inglés de Bedfordshire. A esa señal, a los pies del campanario, una fila de niños abandona la cercana escuela local para cruzar el prado que la separa de Conger Hill, un promontorio sobre el que se asentó en tiempos un pequeño castro medieval y cumplir allí con una antigua tradición: la de escuchar a la Vieja de los frisuelos.

Fueron los antiguos alumnos de la escuela de Toddington los que recientemente se decidieron a recuperar esta tradición perdida en los años setenta del siglo XX. Y fue con éxito. A día de hoy se encuentra de nuevo arraigada entre los niños de la localidad y supone un hito señalado en el calendario de los escolares locales. Todos los Martes de Carnaval, los niños de Toddington vuelven a acostarse sobre la verde hierba de Conger Hill y, con la oreja sobre el suelo, tratan de escuchar a la Vieja, a ese antiguo ser mitológico que se extiende por toda Europa, cocinar los frisuelos típicos del tiempo de Carnaval. Ese día, al regresar a sus casas, descubrirán que la Vieja ya pasó por allí dejándoles un plato de dulces sobre la mesa.

La recuperación de la tradición hecha por los antiguos alumnos de Toddington contrasta con la consumada en León de ese mismo ser mitológico, la aquí llamada Vieja del Monte. Una recuperación que ha levantado polvareda en prensa y redes sociales. ¿Es lícito transformar un personaje relacionado con costumbres agrarias, adaptadas a un medio y formas de vida hoy desaparecidas, en una Mamá Noel protagonista de desfiles y mascaradas?

Dicen los que saben que la cultura popular es algo así como una lengua. Tiene su mensaje y tiene sus símbolos. A veces contamos el mismo cuento con palabras diferentes y a veces, con las mismas palabras, contamos otro cuento. Siempre fue así. Dioses temibles pasaron a ser personajes domesticados por cambios en la religión y las costumbres. Los mismos símbolos contaban otro cuento. Hoy en día apenas queda rastro de aquella cultura rural que mantuvo costumbres y tradiciones, por lo que estas mueren con aquella. Hoy hay otro cuento y, sí, podemos tomar de nuestra tradición los símbolos con los que contarlo. Sin embargo, el problema aquí quizás sea el relato, la gran parade urbana, el desfile, el personaje despojado de toda su trascendencia para convertirlo en una coartada de la actual sociedad del espectáculo, del consumismo y de la disneyzación. La Vieja de Toddington es la misma vieja que la leonesa, pero no abandona su espacio, permanece dando sentido a su comunidad. La Vieja del Monte, sin embargo, abandona su mundo para seguir el mismo relato que ha justificado nuestra despoblación, la urbanización desenfrenada y todo lo que está acabando con su tierra. Descabalga a Papá Noel de su carroza para tomar su lugar y acompañar a sus paisanos en la inercia de su lento peregrinar hacia la nada

Publicado originalmente en el Diario de León