Careta (2015). DAVID CAMPOS -
Contraportada,  Diario de León,  El Retrovisor

Del derecho y del revés

A la sombra del Teleno, en la olvidada comarca de la Somoza, esa tierra vieja donde la pizarra comienza abrirse paso en los tejados, se realizaba hace años la tradición de las comedias. A la salida de misa mayor del día de año nuevo, se reunían los vecinos en el pórtico de la iglesia para escuchar divertidos, de boca de los pastores, la relación, en versos satíricos, de aquellos sucesos más señalados que ocurrieron en el lugar a lo largo del año.

En el pueblo de Carrizo, en la ribera del Órbigo, durante los días de Carnaval, una procesión nocturna pasea por las calles. Los participantes, recuperando una antigua tradición, le cantan a la Tarara, un monigote en forma de vieja que baila desmadejado sobre un palo en lo alto de un carro. Vestidos de blanco, hacen sonar los tururús, unos rudimentarios instrumentos de viento hechos de cartón, y cantan los tetumbos. Al igual que en la comarca maragata, estas composiciones tradicionalmente repasaban lo acontecido, hacían mofa de la vida local, pasaban la página al año agrícola justo en esos momentos invernales en que la rueda del calendario se enfangaba en el barro y en la nieve.

Esta tradición del repaso, del echar cuentas, también es propia de esa festividad de San Antón que celebramos estos días echándole esos refranes profanos y satíricos al santo. «Por San Antón, carnestolendas son» dice un viejo refrán recordando que antiguamente el calendario era mucho más flexible de a lo que hoy día la civilización industrial nos tiene acostumbrados. El Carnaval iba mucho más lejos que esos dos días solitarios y bailantes de febrero. Era el tiempo en que la pasión y el desorden nos recordaba, durante la oscuridad y el frío invernales, que existía el infierno. Frente al tiempo del orden y de los trabajos, había un tiempo subvertido donde los demonios que nos habitan ponían todo patas arriba. Dos tiempos extremados que se ponían uno frente al otro señalándose mutuamente.

Hoy, sin embargo, hemos perdido todo eso. Se da la paradoja de que el Carnaval se fija nítidamente en rojo en el calendario a la vez que ha desaparecido de nuestras vidas. Como nuestra civilización, se ha hecho líquido, empapa nuestra cultura hasta el punto de que es imposible reconocerlo volando por los amplios límites de la posverdad. Si antaño era fácil señalar y dar una patada al orden establecido, hoy, sin embargo, vivimos a ambos lados de la máscara, una máscara que ya llevamos grabada a fuego sobre nuestras caras.

Publicado originalmente en el Diario de León