Flor amarilla. DAVID CAMPOS 2023
Contraportada,  Diario de León,  El Retrovisor

Por mayo era, por mayo

Vuelve mayo a andar ufano entre nosotros. Si, como decía T.S. Eliot en uno de sus más célebres poemas, abril es el mes más cruel pues engendra lilas de la tierra muerta, a mayo ya solo le queda echar a andar entre los campos floridos para ofrecerse sin miedo a la vida y pleno, con los brazos abiertos, al vértigo infinito de la alegría y del amor.

Llega mayo y parece que quisiera uno empezar a correr por los caminos cantando. Salir de debajo de las piedras y respirar un aire que parece oler distinto. Por eso solo puede parecernos la peor de las suertes posibles la de aquel prisionero del romance anónimo, que se lamentaba desde la oscura celda «que por mayo era, por mayo,/ cuando hace la calor,/ cuando los trigos encañan,/ y están los campos en flor/ (…) cuando los enamorados/ van a servir al amor,/ sino yo, triste, cuitado,/ que vivo en esta prisión,/ que ni sé cuando es de día/ ni cuando las noches son».

Me envía José Luis Puerto un artículo que ha publicado en la que es una de las revistas de etnografía más importantes de nuestro país, la Revista de Folklore. Trata sobre algunas de esas celebraciones de mayo que fueron tan populares en toda Europa y de las que él ha encontrado referencias en algunos pueblos del sureste leonés durante el siglo XVIII. En la zona de Valmadrigal y de los Oteros, nos cuenta Puerto, era común la fiesta de las mayas, en las que las mujeres de los pueblos andaban por los caminos, jugando y bailando, pidiendo aguinaldo de forma provocativa a mozos y viandantes. Y también nos da cuenta del más popular mayo, el del tronco pinado en medio de las plazas y los monigotes, que en esos pueblos del sur leonés se celebraba con cuadrillas de mozos por las calles, con ramos que ponían en lo más alto de tejados y ventanas de aquellas a las que rondaban, escondidos todos bajo el sugerente manto de la noche.

Que mayo es la eclosión de la estación del amor ya nos lo recordó Caro Baroja en el que quizás sea el más conocido ensayo sobre las celebraciones tradicionales de la primavera. También, con la llegada del buen tiempo, era, para el calendario que se enrosca en el intradós del panteón de San Isidoro de León, el mes en el que el caballero se pertrechaba con sus armas para acudir a los campos de batalla aprovechando la llegada del buen tiempo. De esta costumbre, quedan hasta hoy algunos resquicios. En una calle de Prioro alguna vez me cantaron una tonada de las que en aquel pueblo son tan aficionados. Un lamento como el del prisionero que encuentra la peor de sus suertes precisamente durante el mes más vital de todo el año. Un cantar que al pesar une la más triste de las ironías: «Ahora que viene mayo,/ la flor de la primavera/ ahora que marchan los quintos/ voluntarios a la guerra».

Publicado originalmente en el Diario de León