La economía no siempre fue esa «ciencia» incontestable movida por el interés individual. En tiempos no tan antiguos, las comunidades de aldea pusieron por delante valores como la solidaridad y la justicia en sus relaciones económicas. Así nos lo muestra una institución de tanta importancia en León como son los concejos.
Esas comunidades de aldea fueron siempre y en todo el mundo la manera más habitual de relacionarse económicamente. Somos seres sociales y el grupo siempre ha sido el lugar más cálido donde refugiarse de la fría y oscura existencia. En el mundo rural, muchas tareas, como construir casas o defender al grupo, habrían sido inabarcables sino fuera por los trabajos que se afrontaban colectivamente. Y la propiedad comunal, donde alimentar al ganado o recoger leña, era la única forma de completar los magros recursos de las economías de subsistencia.
Sin embargo, estas relaciones hicieron que se fueran creando solidaridades vecinales tan fuertes que las comunidades de aldea se convirtieron en fortines muy incómodos para el poder del Estado. A menudo eran conquistados, pero muy pocas veces podían ser sometidos del todo. La solución para acabar con esa resistencia fue negar los derechos e incluso la existencia de los grupos naturales. El liberalismo apareció rampante durante el siglo XIX defendiendo a ultranza las libertades y los derechos individuales. Era una ideología nueva que caló rápidamente y que poco a poco fue terminando con aquellas solidaridades.
Frente a esto se ha argüido que las comunidades de aldea solo podían producirse en economías de subsistencia y que ante el avance de una agricultura de mercado no tenían más remedio que claudicar. Así, hoy en día su existencia se reduciría a lugares remotos y apartados, lugares donde la tierra no permitió una producción lo suficientemente abundante como para ser codiciada, concentrada y apropiada. Sin embargo, en León sabemos que eso no es cierto; las comunidades de aldea, los concejos, han llegado hasta hoy en número y proporción altísimos. Y, además, estos se han dado en todo tipo de comarcas, no solo en las de montaña. El historiador José Serrano nos recuerda que en 1931, durante la reforma agraria republicana, se hizo un cuestionario a los pueblos sobre sus propiedades comunales y los resultados arrojaron un número más que considerable de ellas en muchos pueblos de las ricas vegas leonesas.
Esto demuestra que, frente a los fríos cálculos económicos, en León se mantuvieron, bien sea por historia, por cultura o tradición, principios de una economía moral muy extendidos incluso en economías excedentarias. Lamentablemente a día de hoy las causas son poco conocidas. Una pena, ya que nos ayudarían a entender mejor otras formas de organizarse, otras formas de vivir.