Recorriendo en coche una carretera de Zamora, me vino a la cabeza uno de los tratados sobre arte más conocidos del siglo XX: «Punto y línea sobre el plano», que escribió el pintor ruso Vasily Kandinsky hace casi cien años. Supongo que fue una evocación instintiva fruto del paisaje: ahí delante se esparcían los amplios horizontes, los coches apagándose en la distancia, la larga carretera, el sol. Por supuesto que en esa obra Kandinsky desarrolla los conceptos de punto y línea profusamente: su sentido sobre el plano, su función estética. Pero yo me estaba quedando con el contraste simbólico de ambos elementos y sus formas. Atrás quedaba la meseta y nos adentrábamos en el paisaje quebrado del noroeste; atrás la llana de arcilla, por delante las piedras redondas de granito. Y allá, en el fondo, la frontera portuguesa.
Contrastes, sí, los que seguían resonando a la llegada a Bemposta, el pueblo pegado a la raya, a la frontera, al que nos dirigíamos. Ahí nos íbamos a encontrar con grupos que siguen celebrando las mascaradas tradicionales de muchos pueblos, sobre todo de Portugal y España, pero también de Italia y de Bulgaria. Gente de León, de Guadalajara y de Zamora, de Tras os Montes, de Asturias. Fiestas y celebraciones de origen rural en este mundo donde lo urbano se impone. Un festival, un encuentro de máscaras, en una de las zonas más despobladas de Europa, allí donde los dos países ibéricos se encuentran dándose la espalda.
Y todo esto a la vez que líneas de tractores avanzan por las carreteras que nosotros hemos recorrido. Una imagen casi igual de colorida como la que se vive en Bemposta, y también con el mismo drama de fondo. Podrán tocar sus cláxones, alzar la voz contra instituciones más o menos cercanas, pero a nadie se le escapa que esos tractores pertenecen a un mundo rural que ya lleva décadas y décadas desapareciendo. Primero se fueron millones de campesinos a las ciudades dejando el campo a los pocos que lo trabajan, pero esa lógica de concentración capitalista no para, y también se los llevará a ellos por delante.
En Bemposta pienso en Kandinsky, en los contrastes de sus elementos pictóricos. Pienso en la línea y en el punto. Pienso en un mundo que desaparece y que se resiste cantando y bailando, alzando sus mázcaras frente al mundo que se acerca como una enorme máquina para arrollarlo. Cuando se hace de noche, miro a la luna y pienso en lo que esconde tras la máscara que nos ofrece. Un avión cruza por delante dejando su rastro, parece que Kandinsky hace un guiño desde ahí arriba.