Guardameta (2018). David Campos. -
Contraportada,  Diario de León,  El Retrovisor

Crónica de una muerte anunciada

Pocas cosas provocan tanto a nuestra memoria como la paradoja. Pongo un ejemplo: frente a tantos y tantos días veraniegos, tan parecidos unos a otros, tan radiantes y felices, pero tan monótonos al fin y al cabo; yo nunca olvidaré aquel día de julio en el que vi desprenderse la nieve del cielo de Riaño. Las falispas caían con lentitud a mi alrededor como si no terminaran de creerse aquel portento: un anochecer invernal que, en el medio de la estación del calor y el bañador, me dejó un recuerdo desde entonces imborrable. Y es que la paradoja, lo que se sale de la lógica, es lo que marca las huellas en ese sendero tan incierto que es la existencia.

Es por eso que no creo que olvide fácilmente la manifestación por la despoblación rural de hace dos semanas en Madrid; por paradójica. Ya nada más salir de la estación de metro de Colón, apenas fui capaz de reconocer el Paseo de la Castellana en el que las pancartas, los reclamos y colores de las banderas habían sustituido al tráfico habitual. Una ciudad, una grandísima ciudad, una de las ciudades más pobladas de Europa se había convertido en la capital de la ruralidad española. Claro que ver aquella riada de personas y que de pronto llegaran a mi cabeza las imágenes del colorido paso de los rebaños trashumantes que una vez al año pasan por esa misma vereda fue todo uno. Allí, en una acera, un niño levantaba su mano mientras su abuelo le ayudaba a descifrar las banderas provinciales. Otra más de las estampas de cualquier plácida mañana de domingo en la capital de España.

La manifestación llegó a la Plaza de Neptuno. Yo había llegado allí con la idea de que eran los leoneses los que faltaban: una ensordecedora ausencia de las comarcas leonesas, había dicho la prensa local. Pero lo que vi fue una marea de carteles que reivindicaban las provincias de Soria y de Teruel. ¿Pero hay tanta gente en Soria? En realidad hoy han salido más autobuses con sorianos de Zaragoza que de Soria, me confesó con acento madrileño el portador de uno de aquellos cartelones verdes. También me contaron que de la Universidad de Zaragoza salió la iniciativa de Serranía Celtibérica, una de las asociaciones promotoras del acto.

A la vuelta hacia León, con el Teleno a la vista, pensaba en la paradoja. Una manifestación urbana por la despoblación de ese mundo rural que está entre Madrid y Zaragoza, dos de las grandes ciudades españolas que, en realidad, son las que sustentan el movimiento. Sin embargo, allá al fondo, al noroeste, hasta las ciudades se despueblan. Ese noroeste que es realmente rural, donde lo urbano no es ni siquiera alternativa. En realidad, la manifestación fue un fenómeno más de nuestro tiempo, un tiempo urbano donde lo rural está condenado a desaparecer.

Publicado originalmente en el Diario de León