Contraportada,  Diario de León,  El Retrovisor

En Madrid no entienden nada

La moción presentada por el Ayuntamiento de León a favor de la autonomía se ha ridiculizado hasta el extremo. Todo tipo de insultos y descalificaciones, entre la burla y la indignación, se han podido escuchar y leer tanto de políticos como de comentaristas en las redes sociales. En Madrid no entienden nada, dijo el alcalde de Valladolid. Allí mismo, en la capital de España, un diputado manifestó literalmente estar “hasta los mismísimos de neonacionalismos chorras” en un alarde de elegancia y talante políticos. Pareciera que las reivindicaciones leonesas hubieran surgido de la nada para boicotear la imagen de unidad nacional que tratan de mostrar los partidos llamados constitucionalistas desde su misma retaguardia.

Nada más lejos de la realidad. El movimiento leonesista, como cualquier movimiento regionalista europeo tiene una continuidad en el pasado moderno reciente y no ha mostrado hasta hoy un enfrentamiento contra el Estado. Es cierto que uno de sus recursos simbólicos es el antiguo reino medieval de mismo nombre, pero su construcción, como en el de cualquier movimiento de este tipo, es moderna y se remonta a los últimos cientocincuenta o doscientos años.

El reconocimiento de «nacionalismos históricos» en España se debe precisamente a la historicidad de los movimientos, no a sus razones históricas (porque, como es evidente, cualquier región tiene siempre su pasado histórico). Pero también hay «regionalismos históricos» que no han planteado nunca afanes de autodeterminación estatal: ahí tenemos casos en Andalucía, Aragón, Asturias o Extremadura, por poner algunos casos. El leonés es uno más, pero profundamente desconocido fuera de León, precisamente por no haber alcanzado el reconocimiento de Comunidad Autónoma y no contar, por ello, con los medios necesarios para lograr su legitimación dentro del nuevo Estado que salió de la Constitución de 1978.

La historia del leonesismo durante la Transición es conocida: las múltiples y multitudinarias manifestaciones populares, la formación de agrupaciones políticas y sociales o la frustración final por las llamadas «razones de Estado» que planteó el exministro de Franco y por entonces ministro de Gobernación Rodolfo Martín Villa. Pero el movimiento, sin embargo, ha sido constante en el tiempo desde hace más de un siglo creando su propia cultura, una cultura tan arraigada en León que ha provocado los niveles más bajos de identificación de una provincia con su Comunidad Autónoma en toda España. Esta cultura es fundamentalmente provincial y extiende sus intenciones sobre Zamora y Salamanca (no siempre) donde el sentimiento es mucho menor.

Las especiales circustancias de abandono de la zona reivindicada por el movimiento leonesista (despoblación rampante, abandono económico, desprotección cultural) ha hecho que se reavive una cultura que nunca ha desaparecido.

Las opiniones deberían ser políticas. El desprecio y la ridiculización por sistema del otro solo traerá mayor humillación y desencuentro, como tradicionalmente ha pasado en España. Es un camino que muchos se empeñan en repetir, pero que solo demuestra ignorancia y una soberbia heredada de tiempos felizmente pasados.