Equilibrio. DAVIS CAMPOS, 2023
Contraportada,  Diario de León,  El Retrovisor

Gatos

Mientras escribo estas líneas, sentado en la mesa de la cocina, veo a través de la ventana a los gatos que viven en el patio de mi casa. Son mis vecinos más interesantes. Todavía hace algunos meses, un anciano salía a una de las antiguas huertas que hay allí para limpiar la maleza y podar los árboles que crecen fuera de control. Lo veía a menudo luchar con sus escasas fuerzas contra aquella desolación. Cortaba ramas, se agachaba penosamente para quitar escombros. Pero un día, de pronto, desapareció y no lo volví a ver más. Ahora solo los gatos caminan sigilosamente por ese paisaje de maleza y tapias a punto de desmoronarse.

Un patio así, como el lector podrá imaginar, no está en el centro de ninguna ciudad importante. Pero para mí es el centro del mundo. Creo que los patios siempre han sido una de las partes más interesantes de las casas. Es, en esa zona escondida, donde late la verdadera naturaleza que esconden las fachadas.

Pienso en ello mientras veo las noticias. Y pienso en ello porque bulle como nunca el patio trasero del mundo, en Ucrania, en Armenia o en Gaza, mientras todos tomamos alguna postura. Hace un par de días, escuchaba en la cola del supermercado a dos hombres discutir sobre los verdaderos responsables del bombardeo a un hospital de Gaza. Y una mujer, que llevaba unos dulces y un paquete de pañales, se lamentaba por la muerte absurda de tantos y tantos niños.

Hace años, cuando las ideologías se alzaban con toda su fuerza, se hablaba de un sentido ético detrás de todas estas catástrofes causadas por el ser humano. Parecía, o eso nos querían hacer creer, que toda esa miseria humana tenía detrás un objetivo para llegar a un mundo mejor. Ahí está la Guerra Fría con todo su aparato de justificaciones ideológicas detrás de los tiros y las bombas. ¿Pero ahora? Ahora los argumentos se quedan en calificar de «bestias en cuerpos humanos» a los adversarios como hemos visto estos días.

Ante la bajeza de los argumentos, para muchos solo queda el retraimiento. Me invitan este domingo a ir a recoger castañas. Se trata de una actividad que lleva a cabo La Benéfica de Piloña, esa iniciativa promovida en Asturias, entre otros, por el reciente Premio Nacional de Músicas Actuales, Rodrigo Cuevas. Se trata de actuar en lo local a través de la agitación cultural, de la revisión del paisaje y la actualización de las tradiciones. Un tipo de actividades que, si echamos la vista adelante, veremos que están ocurriendo por todas partes. Parece que, ante lo absurdo de la brutalidad del mundo, preferimos mirar a la tierra, refugiarnos en lo más cercano, en aquello que podemos controlar.

En el patio desolado del mundo, hoy las respuestas parecen inalcanzables. Solo nos queda caminar por él sigilosamente, como mis vecinos los gatos, tratando de habitar entre los huecos. Esperar que, tal vez así, las ruinas, de alguna forma, terminen siendo un poco más habitables.

Publicado originalmente en el Diario de León