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Para la mayoría de los leoneses la Vieja del Monte se ha convertido en un personaje entrañable asociado a la Navidad. Verla brincando con las enaguas al viento durante los carnavales puede que sea una interesante sorpresa
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Viernes llardeiro en Carrizo de la Ribera: una comparsa se acerca por la calle cantando. Suenan los tururús. Los trajes blancos y las abarcas delatan que estamos en Antruejo y las bromas también. Entre los participantes asoma un carro sobre el que se agita espasmódicamente una muñeca vestida como una vieja. Es una anciana de esas que ya son difíciles de encontrar en nuestros pueblos: de negro y con pañoleta. Le cantan canciones burlescas y ella responde con su danza. La llaman la Tarara, es la protagonista de celebraciones que en otros tiempos estuvieron mucho más extendidas por nuestros pueblos y que hoy Carrizo conserva como una reliquia. Fiestas donde los actos giraban alrededor de una anciana cuyo significado es a veces oscuro, pero sin duda muy interesante y que, incluso, parece estar relacionado con el más conocido de la Vieja del Monte. Pero ¿de dónde viene esa relación?
Poco después de publicar en esta sección el artículo La Vieja, la raposa y los pajarines, el investigador Miguel Ángel González respondía a mi afirmación de que era un tanto forzado relacionar a la Vieja del Monte con la Navidad con un documentadísimo trabajo. Miguel Ángel, autor de Teleno, Señor del Laberinto, del Rayo y la Muerte y de interesantes investigaciones sobre la relación entre las fiestas tradicionales y el calendario astronómico, me llamaba la atención sobre una forma diferente de ver a esta anciana. Según esa visión, esta aparece en numerosas celebraciones como la reencarnación de una Diosa Madre relacionada íntimamente con el invierno. Una figura que se repite en muchas de las fiestas invernales; esas que van de la Navidad a la Cuaresma y que se extienden por toda Europa.
La Befana, una vieja que deja regalos a los niños italianos el 6 de enero o la señora Holle, que ardía ese mismo día en las hogueras navideñas de algunas regiones de Alemania, son algunos ejemplos. En regiones de España, Italia, Suiza, Alemania o Portugal era en las hogueras de carnaval cuando a la Vieja, recreada en forma de muñeco de paja, se la quemaba después de ser paseada por las calles en un recorrido burlesco. En otras ocasiones, la Vieja era partida por la mitad con una sierra o incluso era la protagonista de partos imposibles.
Estas celebraciones también eran conocidas en León. Se sabe que en el Valle Gordo se celebraba la «quema de la vieja» el miércoles de mitad de la Cuaresma en medio de grandes hogueras que dedicaban a la mujer más anciana del pueblo. También en otros lugares de la comarca de Omaña, durante las mascaradas del Carnaval, se celebraba «el parto de la vieja». Allí, una persona caracterizada como una anciana representaba dar a luz, en medio de grandes dolores y risas de los asistentes, a un gato furioso. En otros lugares, como la ribera del Bernesga donde este tipo de celebraciones invernales cobraban fuerza la víspera de Santa Brígida, procesiones de mozos recorrían los pueblos vestidos de forma estrafalaria pidiendo el aguinaldo para realizar una merienda. Uno de ellos, presidiendo la comitiva y vestido como una vieja, simbolizaba a la santa.
Como recuerda Miguel Ángel González, la presencia continuada de una vieja en este tipo de celebraciones, puede ir más allá de una simple coincidencia. La Vieja, o la Vetula como la definió y estudió el lingüista alemán Gerhard Rohlfs, quizá represente un arquetipo invernal, un numen relacionado con la muerte y la fertilidad que, o bien desapareciendo quemada por el fuego o bien representando la abundancia en forma de regalos, nos recuerda que estamos en un período de espera para que la naturaleza regrese con todo su esplendor. La Vieja del Monte y la Tarara de Carrizo quizás sean dos caras de la misma moneda. Dos restos de fiestas ligadas a una forma de vida más relacionada con los ciclos naturales que la nuestra y que, a día de hoy, se nos presentan como dos interesantísimos recuerdos de celebraciones que, en otros tiempos, estuvieron mucho más extendidas a lo largo y ancho de nuestros pueblos.
Publicado originalmente en el Diario de León