«Se considera que los campesinos leoneses pertenecen al mejor tipo de campesino español, y es notable por su comportamiento tranquilo, estable, honrado y hospitalario. Son altos, de piernas largas y pantorrilla delgada, arropada en calzones ajustados que terminan en la rodilla, donde o bien quedan sueltos para mostrar ropa interior blanca, o bien van estrechamente abotonados».
Corría el año 1897 cuando el naturalista inglés de origen prusiano Hans Friedrich Gadow publicó In Northern Spain, un sabroso diario de los viajes que realizó junto a su esposa por Asturias, Galicia, Cantabria, País Vasco y León. Con estilo ameno y fluido, Gadow desgrana en esa obra potentes imágenes de estos lugares: costumbres, paisajes, también datos etnográficos y culturales, históricos y, por supuesto, naturales. Su interés zoológico era la anatomía. La época, la del imperialismo; cuando las pseudoteorías del racismo científico impregnaban con su viscosidad la cultura europea. Se trataba de justificar la superioridad de los occidentales sobre los pueblos de otros continentes que caían en sus manos.
Gadow, como tantos naturalistas de la época, muestra un interés particular en las descripciones antropométricas de las personas con las que se cruza. Así nos cuenta de los leoneses: «Hay bastantes personas con ojos azules y cabellos rubios, sobre todo entre los niños de León, pero se van oscureciendo con la edad, y el tipo predominante es sin duda el de ojos y pelo castaños, no rubios, pero tampoco morenos. Finalmente, sí hay un rasgo digno de ser destacado en ellos, sin que sea posible someterlo a una prueba definitiva: es el pequeño tamaño de las cabezas de los campesinos, estando completamente ausentes los tipos de cabeza grande».
De la misma forma que recientemente se ha mostrado un interés en definir la «leonesidad» a partir de estudios genéticos, Gadow, partiendo de la catalogación de tipologías raciales, trata de demostrar cuestiones culturales o históricas, como las invasiones musulmanas o germánicas. El viaje continúa por la montaña oriental, donde nos cuenta: «De acuerdo con sus rasgos físicos pudimos distinguir dos tipos de personas en Riaño ambas de constitución fuerte. La mayoría tienen cabello y ojos castaño oscuros, caras alargadas, estrechas, y barbillas puntiagudas; rasgos que favorecen más a los hombres. El resto tienen el pelo rubio y los ojos azul claro, cabezas redondas con cara y frente anchas, barbilla pequeña y pómulos marcados; dentro de este grupo las mujeres eran las más agraciadas».