La trasterminancia es una trashumancia en pequeño. Dice Google maps que entre Turcia, en la Ribera del Órbigo, y Robledo de Babia hay ochenta kilómetros y una hora de viaje. En coche, por supuesto. Si el camino se hace pastoreando un rebaño de mil quinientas ovejas, como hacen Covi y José, entonces hablamos de cuatro días con sus noches cruzando montes y valles, atravesando la Cepeda, cruzando Omaña, caminando por Luna y Babia un paso detrás de otro al ritmo de balidos y cencerros.
Todavía queda un pastor que sigue viniendo desde Extremadura y echa un mes caminando, dice José mientras se sirve vino en un vaso de plástico. Estamos cenando con ellos bajo un roble en una campa de Soto y Amío. Algunos mosquitos revolotean alrededor del foco que alumbra una mesa a la que también se sientan los padres de Covi. Cuando era pequeña, nosotros teníamos algunas ovejas en casa, ¡y a mí no me gustaban nada! Recuerda ella con una carcajada. Pero conocí a José y ya ves.
ce Covi, es la más bonita. Hay que pasar las Brañas de la Urz, el Monte de los Frailes, San Lorenzo… Las ovejas caminan por lo alto a la vista de los cordales cantábricos, también por caminos que discurren a la sombra de los robles mientras el eco de sus cencerros resuena por vallinos llenos de verde. Escuchando a Covi entendemos que no quiera vivir nunca en una ciudad.
La velada se va apagando entre historias de lobos, del mísero precio al que está la lana o de lo dura que es la vida del pastor. De pronto, Paloma, la burra del rebaño, se ha acercado a la mesa y, agarrando con los dientes una bolsa de naranjas, se aleja con ellas saltando en la oscuridad. Todo el mundo se echa a reír. Y nosotros pensamos que en un viaje como el que va de Turcia a Robledo, con sus cuatro días y cuatro noches, pasan muchas cosas, tantas que ni Google maps ni las escasas líneas de este texto son capaces de reflejar.