Muchas veces lo que cuenta son pequeños gestos de resistencia.
Manuel Ferrero y Pablo Parra llevan todo el verano recorriendo la geografía leonesa con su coche y su maleta llena de concejos. Lo suyo es parte de las actividades del Instituto Leonés de Cultura, ese organismo de la Diputación que fomenta la cultura leonesa, que la difunde y que hace que llegue a todos los rincones de la provincia, haciendo que siga coleando, viva, por todas partes.
Manolo y Pablo llegan a Valdavido, esa aldea cabreiresa vacía de almas en invierno y llena en verano, de tejados negros de pizarra, luego abren el maletero y reúnen a la gente. O llegan a Ruitelán, donde los habitantes de ese pueblo berciano también los reciben haciendo círculo y formando un filandón. Y así en otros lugares, en pueblos de montaña o de ribera, Manuel y Pablo sacan sus concejos y hacen que entre todos recuerden otros tiempos en que la cultura de lo común era necesidad y era ley.
Mientras hablan, Pablo dibuja en un mural aquellos recuerdos compartidos. Por ejemplo la gente de Acebedo le ve dibujar una campana cuando le cuentan cómo se tocaba antiguamente a concejo para que se reunieran todos los vecinos. O los vecinos de Barrio de Nuestra Señora ven cómo van apareciendo en el mural unos árboles cortados con los que Pablo representa las suertes de leña por las que se repartía el combustible para prender la lumbre con la que pasar el invierno. Y así van apareciendo dibujadas otras formas tradicionales de organizarse entre los vecinos en muchos de nuestros pueblos, como la vecera para cuidar el ganado, o las facenderas para hacer trabajos comunales.
Quizás estos ejercicios de memoria puedan parecer a veces simples manifestaciones retóricas. Pero, sin embargo, pienso en cómo avanzan determinadas ideologías, cómo tendencias que fluyen por las redes sociales abogan por un materialismo e individualismo cada vez más feroces. La ética del interés individual, el sálvese quien pueda, va cuajando entre los más jóvenes y ya empieza a tener éxito en las elecciones políticas de algunos países, algunos bien próximos en lo cultural como Argentina.
Quién sabe si en lo más cercano tengamos la respuesta. Mientras tanto, Manuel y Pablo, apoyados por el Instituto Leonés de Cultura, siguen promoviendo la memoria de una cultura donde lo central era lo común y era el otro, el vecino, el que necesitaba muchas veces de nuestra solidaridad y nuestra ayuda.
Un patrimonio que va más allá de lo folklórico, que puede llegar a representar, en lo simbólico, una alternativa y un gesto de resistencia al mundo que se nos ofrece. Un patrimonio, el de nuestra cultura leonesa tradicional, que tenemos tan cerca y a la vez tan próxima al olvido, si no fuera por la labor incansable de gente como Manuel y Pablo, e instituciones como el Instituto Leonés de Cultura.