Corriente. DAVID CAMPOS, 2023
Contraportada,  Diario de León,  El Retrovisor

Verano, otoño

Todos los años, por estas fechas, escucho machaconamente Septiembre del grupo madrileño Los Enemigos. La letra de esa canción expresa de maravilla esa reacción inmensa que sentimos contra la vuelta a la realidad, la rebeldía contra un mes que nos mete la cabeza a la fuerza en el gran molino que todo lo muele. Ni usted ni yo queremos morir, pero lo cierto es que caemos un poco mientras dejamos atrás el verano y volvemos a la rutina, por mucho que encontremos un pequeño consuelo en una suscripción al gimnasio o a un curso de idiomas.

Septiembre es melancolía. Echo un vistazo al verano y recuerdo, en los montes de la Cabrera, al poeta Gsús Bonilla dejando sobre mis manos un montón de hojas de roble. En las primeras páginas de su último libro «El mundo florece para ser escrito» había pintado con acuarelas una dedicatoria hermosísima con las hojas de los árboles que nos rodeaban por todas partes. Hacía calor y estábamos en pantalones cortos. Gsús, que además de poeta es jardinero, nos cuenta en esa obra suya —nos canta— el mundo vegetal inmenso que crece por todas partes, que se esparce con la fuerza inmensa de la vida y del verano. Solo tuve que empezar a pasear la vista por las páginas de su libro para sentir el dolor y la resignación del Gsús jardinero tratando de poner un orden impuesto desde algún sitio sobre tanta vida y tanto verano. Un ecosicario contra la lógica de los parterres y las bañeras de flores en los jardines del Madrid donde trabaja.

Del verano también viene a visitarme la Ribera del Órbigo: alguna de esas tardes en que, rodeado de verde y de chopos, y sin mucho más que hacer, veía correr el agua por la presa Forera. No podía entonces dejar de pensar en esa polémica entre los pequeños agricultores tradicionales de la comarca y la Confederación Hidrográfica del Duero. Desde los despachos se piensa que la red de riego tradicional, esa que viene de antiguo formándose como se forman las ramas y ramillas de un árbol, es antigua y deficitaria. Parece que la solución está en dejar sin agua las presas que riegan las pequeñas huertas y jardines de los pueblos, y concentrarla en las grandes arterias que riegan la agricultura industrial y productiva. Y pensaba yo así, bajo la sombra fresca de los árboles, en cómo se secaría un paisaje orgánico, formado por la gente y por los siglos, bajo la soberbia infinita de la razón y el ingeniero.

Septiembre y su nostalgia. En el coche suena la música y vuelvo a circular por una ciudad que recibe las primeras gotas de lluvia. Vuelven los cláxones y los atascos. Se impone la razón y las rutinas del otoño, la poda de los últimos rayos del sol. Suenan y resuenan los versos de Los Enemigos: ¿Será que no es lo mío esta competición?

Publicado originalmente en el Diario de León

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