Lo más probable es que hablar de Jacob y Wilhelm Grimm nos traiga a la mente la imagen de dos hermanos que dejaron para la posteridad algunos de los cuentos infantiles más populares y entrañables. Cenicienta, Caperucita Roja o Hansel y Gretel son narraciones que ambos recogieron de la tradición popular alemana y divulgaron por todo el mundo.
Sin embargo, esta no fue la única empresa a la que dedicaron su vida. Su afán por conocer a fondo las culturas populares de Alemania y de media Europa los llevó a recoger todo tipo de costumbres, mitos, leyendas o derecho consuetudinario. Uno de los campos a los que prestaron especial atención fue a la lengua; dedicaron buena parte de sus esfuerzos a conocer las variedades lingüísticas europeas usando un método que se venía utilizando desde principios del siglo XIX: enviar una encuesta lingüística a una inmensa red de colaboradores, normalmente eruditos locales, que se prestaban a responder con las variedades del habla de cada lugar. Curiosamente, una de las formas de encuesta más extendida consistía en pedir una traducción de la parábola del hijo pródigo.
Uno de los pioneros en España en tomar el relevo a los Grimm en este tipo de trabajos fue el lingüista catalán Mariano Cubí, y a su esfuerzo por conocer las lenguas peninsulares debemos algunos de los primeros documentos de las dos lenguas minoritarias de nuestra provincia en época moderna; por supuesto dos traducciones al gallego y al leonés de la parábola del hijo pródigo.
La primera de ellas, una traducción al gallego berciano, se debió a la colaboración del lingüista con el militar astorgano, pero afincado en Villafranca del Bierzo, Antonio Fernández y Morales. La carta, que data de junio de 1848, fue parte de una colaboración entre el lingüista y el militar que fue más extensa, y que hizo crecer el interés en Morales por la lengua de su Villafranca de adopción hasta tal punto que este llegó a componer uno de los primeros poemarios en gallego moderno: los “Ensaios poéticos en dialecto berciano”, dieciséis poemas que el propio Cubí prologó.
La otra traducción, la volcada al leonés, es más misteriosa. Fue enviada al catalán por un tal Juan Bautista Dantín un mes más tarde, probablemente por mediación de Morales. Un hombre de posible origen en la zona de la Cepeda y del que solo conservamos una carta de la que pudo ser una colaboración más amplia con Cubí. En ella, tradujo la parábola a una variante local del leonés, el “orbigués”, así llamada en sus propias palabras.
Como vemos, las referencias históricas a nuestras lenguas tradicionales son escasas. La realidad social leonesa, alejada de los centros de conocimiento y de poder político, no provocó interés por estas manifestaciones de la cultura popular que con mucha frecuencia se han considerado de escaso valor hasta tiempos lamentablemente recientes. No obstante, por fortuna, algunas veces los ecos de otras tierras y otras gentes se dejaban escuchar, aunque lánguidamente, en estas apartadas tierras del noroeste ibérico.