«Cierto es que en el año 1978 se vivía en toda España una efervescencia de identidades territoriales que yo ahora recuerdo con suma nitidez». De esta forma comenzaba Sabino Ordás a evocar su participación en los actos de la Semana por la Autonomía y el Referéndum de la Región Leonesa. Y lo hacía en el prólogo de la que fue quizás la obra más emblemática de aquella Transición en León, Los caminos del Esla. En aquel texto, el anciano escritor nos recordaba aquellas jornadas que finalizaron con la primera de las manifestaciones por la autonomía. La manifestación de la que hoy, dieciocho de marzo, se cumplen cuarenta años.
Los motores comenzaron a calentarse el día anterior durante «un atardecer helado en una carpa utilizada normalmente para ejercicios gimnásticos en las afueras de León». Al leer sus palabras, nos parece que el temperamento del autor, en ese momento, se identificaba con el de la sociedad leonesa: una sociedad que apenas comenzaba a ser desentumecida, después de cuarenta años de dictadura, por algunos entusiastas. Y él nos lo cuenta así: «quizás yo no hubiera asistido al acto, en que me deslumbraron unas jóvenes que festivamente agitaban banderas y pendones reclamando un lugar para León en la España que se estaba constituyendo, de no haber pasado por Ardón aquella misma tarde Aparicio y Merino, a los que acompañaba Luis Mateo Díez.»
Eran aquellos momentos inciertos y de agitada participación política, pero para León los tiempos jugaban a otro ritmo. Todavía habría que esperar algunos años para ver masivas manifestaciones por la autonomía como las que en otras regiones de España se estaban produciendo en ese momento. No obstante las cifras bailaron. Y bailaron mucho. En palabras del escritor de Ardón «la noticia de aquella manifestación fue tranquilamente falseada por la prensa leonesa y fríamente ignorada por la madrileña».
Desde San Marcos a la Diputación, los manifestantes recorrieron las calles coreando consignas dirigidas a aquellos diputados leoneses que se habían reunido junto a los castellanos un mes antes para elaborar un texto para la preautonomía de Castilla y León. Quizás la más llamativa fue aquella que pedía un referéndum que tuviera en cuenta la opinión de los leoneses. Y digo la más llamativa porque, a pesar de que diez días después los parlamentarios leoneses no acudieron a la reunión del Consejo General de Castilla y León invocando el derecho a decidir, terminaron, con su posterior olvido de la cuestión, dejando una larga y abierta herida en la sociedad leonesa. Una herida que llegó hasta hoy y que Ordás nos dejó escrita cuando se quejaba amargamente de aquellos «políticos que tocaron a los leoneses en esa oscura lotería de la desdicha de los pueblos».