Pozo Julia, Fabero. 2017. David Campos.
Contraportada,  Diario de León,  El Retrovisor

LLegó Santa Bárbara

Llegó Santa Bárbara este año con la nostalgia del que apagó para siempre el farol a la entrada de la mina. Quedó la melancolía prendida del aliento de unas galerías de casi doscientos años de historia de minería leonesa. O quizás de dos mil, si esparcimos la vista hacia el horizonte de los tiempos en que el astur arañaba la tierra, la cribaba y lanzaba el fruto más allá de donde alcanzaba la vista. Pues fue así como llegó el águila de Roma o el parto de los montes, cuando se abrió la tierra, cuando salió de ella el metal y entró en ella la Historia, pues tal fue el reflejo del oficio de escarbar en este rincón del mundo: recibir los impulsos del orbe; que así llegó el imperio y así la industria.

Llegó Santa Bárbara y quedó la minería en León como una página de su historia. Atrás, muy lejos, quedó el laboreo del carbón como un trabajo con el que suplementar los ingresos del campo en los meses más fríos del invierno. Atrás quedó el cruzar de la nieve por negros carros que bajaban a Castilla para el surtido de sus fraguas. Atrás el ojo del capitalista, el foráneo y el  propio, para montar el emporio de la ferrería y su oscuro combustible. Atrás el lento progreso de la inversión y de la demanda de una industria que enfangaba sus ruedas en el lodo del progreso esquivo. Ese progreso que anunció la llegada de un tren que cruzó puentes y túneles desde mucho más allá de la Vizcaya del otro lado del cordal. Que así llegaron capitales de media Europa para explotar en raudales de ganancia durante los tiempos de la Gran Guerra, desde la Minero Siderúrgica hasta la Vasco, desde el río Sil hasta el río Esla.

Sí, llegó Santa Bárbara. Y los recuerdos anidan en esa otra época más reciente de posguerra y autarquía, de la mano de obra sometida a la mano de hierro, del hierro y del carbón sacados a la fuerza del sudor, que no había otra forma de trabajar en agujeros donde la inversión hubiera sido un gasto muy alto para dueños que no querían ver mermar sus plusvalías. Con ese escenario fue postrándose la industria. Y así salieron a las carreteras los mineros, así como todos los recordamos, en medio de una lucha en la que su oficio y su modo de vida fueron muriendo, poco a poco, desde hace sesenta años, con la única bocanada que trajo la crisis del petróleo, esa crisis de la competencia que vino a darle al carbón un último resuello a fines de los setenta. Y así hasta hace cuatro días, ese día en que llegó Santa Bárbara para bajar un velo de nostalgia. Un velo de nostalgia que acabó, finalmente, con una lenta agonía, la de una de las páginas de la historia leonesa que hoy, lentamente, terminamos para siempre de pasar.