Diario de León

DEL PUEBLO SON

A pesar de no ser ni tan leoneses ni tan antiguos, los pendones quizás tengan mucho que enseñarnos sobre la historia de nuestra tierra.

Para la mayoría de los leoneses, los pendones son una peculiaridad genuina del Reino de León, símbolos cuyo origen se hunde en lo más profundo de la Edad Media donde, como coloridos puntales en medio del campo de batalla, servían a las mesnadas como referencia según el lugar del que procedían. De esta manera habrían llegado hasta hoy como representantes de los pueblos, convirtiéndose en uno de los símbolos más genuinos de la identidad regional leonesa. Sin embargo, y como vamos a ver a continuación, su espacio geográfico es mucho más amplio y sus orígenes históricos están sembrados de dudas.

Los datos con los que contamos acerca de estas enseñas durante la Edad Media nos hablan de pendones representantes de los grandes concejos y villas casi exclusivamente al sur del Duero, en las zonas más directamente implicadas en la Reconquista y con un modelo poblacional muy diferente al de León. En estas zonas, las grandes villas funcionaban como epicentros alrededor de los cuales orbitaban pueblos más pequeños que dependían directamente de ellos. En las guerras acudían todos juntos bajo el pendón de la villa principal. Al final de la Reconquista, los pendones perdieron esta utilidad bélica y pasaron a funcionar como meras enseñas de aquellos municipios. Sin embargo, la extensión de su uso a pueblos y aldeas cada vez más pequeños y hacia lugares al norte del Duero más desligados de los esfuerzos bélicos de la Reconquista parece venir después.

Al final de la Edad Media hay un renacer cultural que lleva a la recuperación de costumbres caballerescas en un ambiente totalmente apartado del contexto bélico que las vio nacer. Se construyen fortalezas sin carácter defensivo, se hacen torneos para disfrute de nobles que ya viven bastante apartados de los hechos de armas y el amor cortés se extiende por toda Europa. Posiblemente en este ambiente el uso de los pendones se extendió. Si tenemos en cuenta que a esta coyuntura le acompaña una expansión económica, ya en el siglo XV, que hace que crezca la población y que los núcleos habitados por toda la Corona de Castilla crezcan y se refuercen, nos encontramos con un ambiente propicio para el uso de estos símbolos con carácter representativo. Como defiende Laureano Rubio en su obra El Concejo, con la llegada de los Reyes Católicos concluye este proceso de expansión de los municipios. En su lucha contra el poder nobiliario los monarcas reforzaron el poder municipal. Además, en este ambiente de paz y prosperidad económica y cultural, florecían por todo el territorio romerías y fiestas, se recuperaban antiguos santuarios, y hermandades y cofradías también comenzaron a usar estas enseñas haciendo que cada vez estuvieran más en alza. A partir de ahí su uso se hizo general adaptado fundamentalmente a las celebraciones religiosas.

Así, los pendones, tal como hoy los conocemos, aparecen en la documentación a partir del siglo XVI y siempre de color carmesí representando a concejos, hermandades y cofradías por toda la Corona de Castilla. ¿Cómo llegaron a partir de entonces a singularizarse como símbolos propios de la identidad leonesa? Parece que los pendones estuvieron ligados al devenir de los concejos. El tema no está bien estudiado, pero es posible que las desamortizaciones y la implantación del Estado liberal durante el siglo XIX, que terminaron con los concejos en casi toda España, consiguieran en León todo lo contrario: un movimiento de reacción que reforzó el papel de estas instituciones al lograr organizarse para defender sus prerrogativas y sus tierras. Aún hoy se conservan pendones en muchos lugares de la antigua Corona de Castilla, no lo olvidemos. En la romería de Lara de los Infantes (Burgos), en Palencia, Salamanca o Guadalajara es posible verlos ondear en fiestas y romerías. Sin embargo, la abundancia de ellos en la provincia de León, hizo que el regionalismo leonés los exclusivizara siguiendo esa lógica simplificadora que tienen las identidades colectivas. Está claro que no es un fenómeno exclusivamente leonés, pero de todos modos, su abundancia en nuestras tierras, ligados a la representación de los concejos de vecinos, hace que su uso sea casi general. Esto nos lleva a preguntarnos no tanto por las enseñas en sí mismas sino por la pervivencia en León de un modelo social, el de los concejos, que aquí resistió con más éxito que en el resto de España al empuje del liberalismo ondeando en su gesta sus pendones. No hay que olvidar que, como dice el refrán: “las campanas y el pendón/ del pueblo son.”

Publicado originalmente en el Diario de León