Llegó el día. Después de una cortísima campaña, Semana Santa mediante y con el esprint enloquecido de dos broncos debates a casi cinco participantes separados por apenas unas horas, los españoles acuden a las urnas como quien se sube a una montaña rusa con los colegas después de haber pasado una noche de fiesta: con las manos en el estómago y comprendiendo que los menos intrépidos se queden en tierra por si acaso.
Lo hablaba con mi amigo David Martínez, historiador y especialista en el período de la Transición aquí en León. «La cosa es que, si te lo tomas con perspectiva, uno tiene la impresión de que, con el final del bipartidismo, vuelve aquel vértigo del final del franquismo, cuando las campañas electorales abrumaban a los electores con un popurrí de colores en carteles y papeletas». Después de otros cuarenta años sin apenas otra opción que los dos partidos del turno, los españoles tienen que enfrentarse de nuevo a las opciones políticas y a los matices de las ideologías. Y, claro, pasarse cuarenta años sentado y con hábitos sedentarios para apuntarse de golpe a un gimnasio no es la mejor opción para empezar una vida sana. O abandonas y no pagas la próxima cuota o sales por la puerta con los pies por delante.
Volviendo la vista atrás, David me recordaba la tumultuosa aparición de partidos aquí en León. Siglas de todo tipo acudieron a las primeras elecciones que se celebraron aquel quince de junio del setenta y siete. Muchas de ellas salían como setas después de las lluvias: iniciativas de todo pelaje, como una explosión de propuestas que estaban a punto de desaparecer en poco tiempo, a veces en cuestión de días. Y es que estas iniciativas populares se tuvieron que enfrentar a las enormes maquinarias que los herederos del régimen anterior pusieron en marcha, como UCD y Alianza Popular, y también a las que se habían mantenido en el exilio y la clandestinidad en los años anteriores, como el PCE o aquel PSOE que se había reforzado poco antes en el Cogreso de Suresnes. El propio mecanismo electoral y el papel de los medios fueron haciendo el resto para que terminaran decantando los grandes aparatos en el bipartidismo que conformó el nuevo ciclo político.
Después de otros casi cuarenta años surgió un momento parecido con el 15M. Se ha tambaleado el sistema y muchos han movido ficha. Han aparecido nuevas opciones políticas. Los incensantes cambios de partido de muchos políticos demuestran el afán de supervivencia en la marejada. Y ahora solo queda ver si los grandes trasatlánticos consiguen mantenerse a flote. Eso lo sabremos a partir de hoy…